AMIGA MUERTE

LA MUERTE Y YO
La muerte pasó a mi lado tantas veces, que acabó siendo mi amiga.
Y aún así, cada vez que se acerca me enfrenta de nuevo a mí misma y despierta viejos temores. Después me rindo y la acepto. Me acerco sin miedo, y hasta creo imaginar su pena, ante el temor y rechazo de todos, su soledad y su sustancia misteriosa...
Entonces me doy cuenta de su eterno regalo, porque cuando acepto, se despide y yo, tengo que asumir y aceptar de nuevo mi vida. Nacer otra vez. Hacer nuevo todo lo viejo. Revisar mis posibilidades, mis responsabilidades, mis valores.
Y quiero vivir plena y conscientemente.
Y agradezco a la muerte, porque ella, tal vez sin pretenderlo, me ha ensañado grandes lecciones para la vida. Me ha enseñado a valorar, a agradecer, a gozar, y me ha enseñado a amar o a intentarlo, y a tocar la vida con las manos.
Lo doloroso en el lecho de muerte no es morir, si no descubrir que no hemos vivido.
El miedo o el dolor no es por la separación de lo que amamos, si no por la propia decepción de aquello que, pudiendo, no fuimos capaces de amar.
No duele la muerte, sino el dolor reprimido, el llanto no llorado, la alegría no compartida, el amor no amado...
Vivir, es despedirse y encontrarse. Morir, es despedirse y encontrarse. Principio y final que caminan de la mano, se fusionan y se complementan.
Observando a nuestro alrededor, incluso en nuestras propias células, vemos como la vida y la muerte conviven entrelazadas, siendo parte indispensable la una de la otra. ¿Cómo podríamos a cada momento nacer, si no nos dejamos morir?.
En el miedo a morir nos congelamos, nos aferrados a lo aparente y así paralizamos nuestras vidas y nuestros renaceres.
María Hoyo Sequí

LA MUERTE Y YO II
En cada una de mis pequeñas muertes, me veo dirigiendo a ciegas una vida que repite una y otra vez los mismos errores. Y trato de poner orden en ese mágico torbellino de momentos y oportunidades que se me regalan, y que tan solo veo pasar.
Y por un instante me doy cuenta y agradezco estar rodeada de tantas maravillosas gentes, de tantas plantas, de tantas posibilidades. Y agradezco las montañas que veo en el horizonte y las fuentes que susurran a su paso, y las flores que pintan la primavera, y los sueños... y tantas y tantas cosas, que solo ante mis pequeñas muertes me permito pararme a contemplar.
Invento cartas para despedirme. Trato de liberarme. Y me doy cuenta entonces de que nada ni nadie me aprisiona, a excepción de mi misma. Y que solo yo elegí cada paso del camino. Y que puedo elegir cambiar en cada momento.
Y me gusta escribir lo que la muerte me enseña en cada encuentro. Y lo que el corazón dice para aquellos a los que quiero:
Cuando me vaya de la mano de la muerte, dale mi sonrisa al viento, así podré con ella acariciarte a través del espacio y el tiempo.
Cuando me vaya, da mi recuerdo a la vida, ella que todo lo abraza, me hará de nuevo semilla.
Cuando me vaya, no mires al horizonte con pena, porque soy parte de tu alegría. No hay mas adiós que el no amarse. Y todo amor danza, en uno u otro espacio, en la fiesta de la vida.
María Hoyo Sequí

SOLO ACOMPAÑAME
Solo acompáñame.
Mírame a los ojos y no tengas miedo.
Dame tu mano, pero no para retenerme.
Solo está conmigo mientras me voy.
Mi mayor dolor al partir, es ser causa de tu dolor.
Dejemos que nuestros dolores se vayan de la mano y vivamos tu y yo juntos este momento único.
No mires en mi al ser que se apaga. Mira la estrella en que voy a convertirme.
Tal vez crees que soy ese reflejo de horas maltrechas que ves a simple vista. O esa expresión malherida de un cuerpo que ya no funciona. No trates de encontrar esa belleza externa, que ya no hay...
Sabe que en estos momentos yo, he descubierto que soy mucho más que lo que puede verse.
Pero no se como contártelo. Si pudiera mostrarte la belleza que guardaba dentro, todo ese mundo maravilloso que ahora estoy descubriendo...
Pero solo tengo fuerzas para decirte que me acompañes. Que no necesito mas. Que cada día vivido, ha sido un gran regalo.
Solo dame tu mano. Y tu alegría o tu pena. Y tu temor o tu esperanza...Solo dame lo que sientas de verdad. Nunca percibí tan nítidamente lo auténtico, como en estos momentos.
Dame tu mano y recemos el silencio sin temerlo. Mírame a los ojos abiertamente y sonríe. Me gusta tanto verte sonreír, que quiero abrazar esa imagen..
Dame un abrazo, pero suavemente, para no herir la fragilidad de mis huesos.
Deja tu miedo junto a mi miedo, y vayámonos juntos por un instante fugaz, a ese país maravilloso de nunca jamás.
Y como valientes guerreros, un momento después, adentrémonos en solitario cada uno en su nuevo reino. Recomencemos con la fuerza del amor vidas nuevas. Y allá donde vayamos, descubramos lo que la vida nos ofrece y nos entrega. sin reproches. Abracemos la aventura de la vida sin reservas, aquí y allí. Sin lamentos. Con la esperanza puesta. Llevemos el amor como bandera, para ondear al viento de lo nuevo, de toda esa vida por descubrir, que en ambos lados nos espera.
María Hoyo Sequí

ESTOY MUERTO, SI
Estoy muerto, sí,
Y tú también
Porque moriste un poco
Al apretar el gatillo que me mató.
Y tú también
Cuando tomaste la decisión.
Y tú
Que defendiste cada guerra
Resguardado en tu sillón.
también estás muerto
Si ves las noticias y no te conmueves
ni te comprometes
a mejorar.
Si conoces las injusticias
Y en silencio las dejas pasar
Te estás muriendo despacio
Mientras esperas despertar
Y tú que sueñas y entierras tus sueños
Y tu
Que destruyes esperanzas y
Proyectos.
Yo estoy muerto, si
Pero en ti murió algo esencial
Murió parte de tu conciencia
Tu inocencia murió al disparar
Murió en ti el guerrero
El buscador de la verdad
Murió en ti el santo.
Mataste tu rebeldía.
Te entierras hombre sin darte cuenta
Todos los días.
Yo estoy muerto, si
Pero a ti
Mas te hubiera valido morir
Que agonizar una vida
Cargada de tantos muertos
Tantos hambrientos
Tantas humanas soledades
Y que te ves rodeado de necesidad de paz
De amor
y libertad
de dignidad...
Y sigues sentado
A la espera de un milagro
Incapaz
Incapaz de encontrar tu conciencia
Tu inocencia
Tu humanidad...
Yo estoy muerto, si,
Pero no me quejo,
Porque seguramente tu,
Que decidiste que un peón me disparara
Desde tu blindado espacio
Nunca estuviste vivo de verdad
¿cómo si no defenderías la muerte
¿cómo si no atentarías contra la vida,
por cosas que también tendrás que dejar?
Estoy muerto, sí,
Pero ya no tengo miedo
Ese miedo que dormita bajo tu piel culpable
En tus carnes
En tus huesos
En el aire
Y en las paredes de tu casa
En tu despacho
Entre las sábanas de tu cama...
Aquí, ya no tengo hambre
Pero tengo sueños
Ya no enfermo.
Ya no tengo tan claro
Que estar vivo
Sea mejor que estar muerto.
Ya no persigo ilusiones
Ya no espero
Ya no me duele la pena
Ya no me estreso
No me levanto temprano
Ni siquiera duermo
No compro en el supermercado
Ni espero el metro...
Porque estoy muerto, si,
Y tuya es parte de la culpa
Y de aquel, y de ese otro
Y mía
También es mía y lo se
¿sabes de tu parte tú también?.
Aunque estoy muerto
Tengo la sangre limpia,
Mi deuda saldada contigo
Y la libertad
A la vuelta de la esquina.
Y la verdad
Una verdad que no cuesta vidas
Ni sueños
Ni ideales ni cifras
Ni “cuentos”
Una verdad desnuda
Desnuda de adornos y mentiras
Y sin medida
Ni pequeña ni grande
Ni tuya ni mía
La única
La verdad que nos iguala
Y que no tiene fronteras
porque traspasa la línea
Entre la muerte y la vida.
No mi antigua verdad
Ni tu verdad efímera
La verdad que unirá nuestras manos
En un cercano día
Espero ese día y tu abrazo
Para fundirnos juntos
En la unidad de la vida.
Ya no recuerdo el disparo
Porque veo la herida que en ti sangra
La que me quitó la vida
Porque veo en ti al ser herido
Que se protegió en una coraza
Que le aisla
Que le impide ver
El ser de amor y de luz que es
Que le impide viajar
Hacia su corazón
A descubrir la verdad
La única
La del amor
María Hoyo Sequí
