CUENTOS

LA MUJER NIÑA

Erase una vez una mujer niña que vivía en un hermoso cielo. Menudita y frágil como una mariposa, sus ojos transparentes de verde esmeralda se posaban admirados en cuanto contemplaba. Ella cantaba y danzaba  mientras viajaba de estrella en estrella.  Visitaba universos lejanos, planetas y lunas, soles...Y al volver de sus viajes, descansaba sobre una brillante y cálida estrella.

Pero un día en uno de sus viajes descubrió un nuevo planeta de color verde esmeralda y azul turquesa. Sus ojos se vieron reflejados y la mujer niña se detuvo y contempló extasiada cosa tan bella.

Sintió tal amor al contemplar , que de sus ojos se desprendió una perla. Una lágrima brillante que rodó por el espacio hasta llegar a la tierra. La lágrima cayó sobre un terreno estéril de arena reseca. Y en un solo instante, se formo un lago transparente con reflejos de verde y brillante hierba y flores brotaron a su alrededor. La mujer niña al ver el efecto, derramó lágrimas que se volvían torrentes, mares, riachuelos, fuentes...

Ella siguió sus viajes. Pero sobre la tierra se creó el más bello paraíso que se pueda imaginar. Cuando volvió después de largo tiempo, se quedó admirada de nuevo y se sentó sobre su estrella a contemplar. Y de su corazón brotó un haz de alegría que formó siete colores. Y ella al verlos tan bellos, con uno de sus brillantes cabellos los colgó del cielo para que arropasen al planeta desde lo lejos.  Los hombres al verlo se admiraban diciendo  ¿Qué es eso? ¿quién lo ha creado? ¿de dónde ha surgido ese misterioso  arco? . No tenían respuesta, pero miraban y miraban. Y cuanto más lo hacían, más dulces se volvían, mas amorosos y alegres. Y lo llamaron el arco iris que surge cuando llueve

Y desde entonces la mujer niña, vaya  donde vaya en sus viajes por los universos y sus galaxias siempre vuelve y se asoma, recostada sobre su estrella, para contemplar la tierra y cada vez  que lo hace, brotan nuevamente,  desde su corazón, lágrimas como perlas, haces de luz de siete colores, o suspiros de gozo que al lanzarlos con tanto amor, se convierten en bellas flores.

Cada vez que se asoma desde su ventana del cielo, la mujer niña esparce para los hombres luz y armonía, paz y serenidad, porque sabe que en la tierra hay mucha necesidad.

Ella tiene un alma gemela, el hombre niño que también viaja por las estrellas y juntos, cuando se abrazan, se extienden sobre el cielo una capa que llamamos aurora boreal. Tienen pinceles invisibles en su corazón, y con ellos pintan el mundo llenándolo todo de puro amor.

El hombre niño la envuelve en una capa de dorada luz. Y los dos, desde hace tanto tiempo que ya nadie puede recordar, nos regalan la luz del arco iris y la luz solar, el agua y la esperanza que nos sostienen y un hilo de luz que nos une al alma de la vida y a la eternidad.

Ellos son cómo dos grandes ángeles que abrazan la tierra y desde el espacio cuidan de ella. A veces extienden sus alas en el atardecer y en la luz de ese abrazo te sientes renacer.

María Hoyo Sequí