ESPIRITUALES
AHÍ ESTÁ DIOS
Yo no se donde pueda estar el Dios de cada uno, pero al que yo he buscado con tantos nombres y diferentes lugares, le he encontrado ahí, en medio del camino. No fui capaz de sentirlo en la iglesias, ni en los conventos, ni en los libros sagrados. No fui capaz de verle allí donde tantos dicen que está.
Pero hoy, he descubierto que en cada lugar tenían razón al afirmar tenerle.
Solo que yo necesitaba creer que Dios, no vive aislado entre los muros de iglesias o conventos, ni en una u otra clase social.
Sabía de un Dios que respira con todos a la par. Las piedras del camino no dicen conocerle, ni tener la razón, pero ellas, también son poseedoras de un sueño y de un pensamiento de Dios. Detrás de cada cosa, detrás de cada apariencia, se esconde algo sagrado, impalpable, invisible, pero real, la presencia de Dios.
Vivir a Dios debe ser la mas grande de las bendiciones, pero nosotros, las sociedades modernas nos resistimos, estamos demasiado ocupados, demasiado llenos de otras cosas.
Argumentamos grandes progresos, pero no sabemos hacia donde vamos, nos hemos olvidado de donde venimos y nos hemos instalado sin saber donde estamos, ni lo que queremos, ni porqué hacemos lo que hacemos, o porqué no hacemos lo que quisiéramos hacer.
Parece que lo tenemos todo, pero la ausencia de alegría y la insatisfacción, son un grito que nos recuerda que falta el alma y sin el alma no tenemos nada, nada nos es suficiente.
Sabemos de nuestro derecho a la paz, a la plenitud. Y sabemos de nuestra responsabilidad. Y de una inmensidad que duerme en algún lugar de nosotros.
Estamos en camino hacia el paraíso interior.
María Hoyo Sequí
LA PASIÓN DE CRISTO

Han pasado dos mil siete años desde que Cristo, a través del maestro Jesús, nos dio tan hermoso manual de instrucciones. Tan valioso ejemplo. Tan sencilla forma de convertirnos en humanos, para poder acceder después a nuestra naturaleza divina. Nos lo dio todo en el mayor gesto de generosidad y amor incondicional.
Sufrió por ello todo tipo de maltrato y dolor. Pero lo hizo con la esperanza de que un día comprendiéramos. De que un día nos comprometiéramos con su mensaje de amor.
No obstante hoy, Cristo sigue cargando su cruz. Por nuestra pereza y egoísmo. Por nuestra ambición. Por nuestra falta de motivación para remediar la necesidad.
Sobre su cruz pesa cada uno de nuestros días de indiferencia ante el dolor ajeno.
Llamamos bárbaros a los que le crucificaron, pero comemos apaciblemente, mientras vemos imágenes terroríficas, con gente real. Niños que solo son de piel y huesos, muriendo de frío y de hambre. Hombres y mujeres maltratando y matando sin piedad.
Y El amor esperando. Y la paz esperando. Y Cristo esperando, a que dejemos de cerrar los ojos ante la miseria y la injusticia.
Y no puede entender nuestra indiferencia. Ni nuestras excusas.
Y no puede entender que nos llamemos cristianos, mientras tiramos toneladas de comida a la basura porque es caro transportarla, para dar de comer a los que no tienen. Y no puede entender que no teniendo dinero para salvar vidas, tengamos tanto para comprar armas que matan. Y tengamos para lujos y viajes, segundas residencias, joyas, operaciones estéticas, viajes de aventura que den un poco de riesgo a nuestros días de hastío. Y para psicólogos, que nos ayuden a encontrar sentido a las vidas superfluas que arrastramos. ¡Con las cosas que podríamos hacer en una vida!.
Y ni El ni nosotros mismos, podemos entender nuestros argumentos, cuando decimos que nada podemos hacer. Que no donamos porque se pierde por el camino. Que no tenemos tiempo. Que no tenemos dinero. Que no tenemos poder... Que es tan poca cosa lo que uno puede hacer, que no hace nada.
¿Hasta donde hemos intentado ir con nuestro tiempo, nuestro dinero o poder?. ¿Alguna vez estiramos todos esos bienes más allá de nuestros propios intereses?.
No tenemos tiempo, pero pasamos horas sentados frente al televisor.
No tenemos dinero, pero gastamos sumas desorbitadas en lujo y cosas superfluas.
No tenemos poder, pero con el que tenemos, manipulamos y robamos al tercer mundo en lugar de ayudar.
Pilatos se lavó las manos, pero nosotros seguimos su ejemplo, a pesar de tanto censurarlo.
Tenemos y podemos mucho más allá de lo que imaginamos. No nos limitemos. Somos hijos de un Dios de infinito amor.
Dejemos ya de crucificar a Cristo. Y de convencernos de que nosotros somos inocentes. Hagamos todo lo que podemos hacer. O al menos, hagamos algo mas que seguir siendo cómplices con nuestra indiferencia.
Cristo no se hizo hombre para ser parte de unos pocos. Lo hizo para ser parte de todos y cada uno de los seres humanos. Cada vez que herimos o matamos, cada vez que violamos, le estamos crucificando, nos estamos crucificando.
Cristo resucitó, no sigamos clavándolo en la cruz todos los días. Resucitemos con el desde hoy. Que sea ya el tiempo para todos, de la resurrección.
María Hoyo Sequí
                                                                                                 
                 
REGRESAR
Permíteme padre regresar. Regresar para reencontrarte allá en mi infancia. Allá donde era suficiente una oración para resolver el más terrible de los conflictos.
Allí donde una mirada al infinito, me conectaba a ti con tal intensidad, que nada más hacía falta. Donde la fe no había que cuestionarla. Donde la confianza no había que conquistarla. Donde Tú no tenías más nombre que la presencia sin nombre.
Donde para encontrarte no era necesario rezar, visitar templos ni ser mejor, ni ser perfecto... solo alegrarse y danzar en los días que la vida me regalaba.
Permíteme regresar a ese espacio tiempo donde ser en tu nombre era lo más sencillo, lo más gozoso y lo más bello.
Permíteme regresar para recomponerme. Para recuperarme. Para recuperarte. Para volver a SER en EL SER.
Para que todo lo demás deje de existir cuando contemplo el vuelo de una mariposa. Para que todo lo demás deje de existir mientras me siento a escuchar el dulce susurro del agua que desciende por el valle.
Permíteme volver allá donde te dejé y coge fuerte mi mano para que no me pierda más en el laberinto del tener, del querer descubrir, saber, aprender... AYUDAME A SER y todo ahí será descubierto, sabido y aprendido.
Permíteme regresar para rescatarme del olvido de quien soy.
Y sobre todo, déjame creer que todo eso no fue un sueño. Que no es algo que la distancia idealiza. Que no es el paraíso falso en el que se refugió la inocencia de una niña.
Y si un sueño fue. Déjame en herencia la sabiduría para hacerlo hoy realidad. Que todo lo más hermoso, hoy sea mi verdad.
María Hoyo Sequí
NO PUEDO VER TU LUZ, PERO SE QUE LA LUZ ERES TU
No viví una vida de excepción. No tuve el privilegio de grandes y extraordinarios momentos. No vi ángeles, hadas y demás seres para la mayoría invisibles. No tuve ese instante de iluminación, en el que la luz se hace una contigo y te eleva dejando la huella de un rastro luminoso para todos los días de tu vida. No vi los colores que sé maravillosos en las gentes y en todo lo que es, desde la pequeña piedrecita hasta el gran sol. Tampoco curé con la mirada ni alcancé a hacer el milagro de excepción...
Fui y soy un ser corriente, maravillosamente corriente.
Pero la vida me regaló algo muy valioso, una parte de sí misma. Me regaló una vida, ese don tan maravilloso y sublime, que cada día es un milagro en sí. Cada amanecer es una explosión de luz, color, actividad, flores, gentes... y cada día es el prodigio de inventarse y superarse, de gozar, de danzar en esta vida exquisitamente sencilla. Esta vida en la que cada día hay mil sonrisas que me acogen y me dan luz y mil caras tristes que al mirarme pasar, esperan que les regales todas esas sonrisas que otros me dan. Y en ese intercambio, en ese ser humano, me convierto en lo que soy, una antena, un canal, eso que todos somos aún cuando lo queramos ignorar. Y gozo y no quiero más. Y nada es mío, recibo, doy y me dan...
Que los ángeles y la hadas están, lo sé. Que el universo está lleno de un colorido que ahora no puedo ver, lo sé. Pero me basta saberlo. Me basta ser parte de ese mágico colorido que no veo.
¿Qué más da si yo puedo o no ver esas alas extendidas que me arropan de la noche a la mañana de cada día?.
¿Qué más da si yo no puedo hablar ni escuchar con mis sentidos externos, a todos esos mensajeros que me susurran y guían, que me regalan el mensaje de Dios cada instante de mi vida?
¿Qué más da que yo no pueda acariciar la luz que parece ser la piel de mi hada madrina, si ella es como un suave terciopelo que me cuida y con su mirada atraviesa la mía y me ilumina y a través de la luz de mis ojos, ella se expresa y puede bendecir el mundo por el que yo camino?
¿qué más podemos pedir como seres humanos hacer, que agradecer, gozar y compartir tanta abundante generosidad de la vida hacia nosotros, en lugar de poner los ojos en lo que nos falta, entristeciendo así nuestra mirada y alejándonos de la prosperidad y de esa mágica herencia que espera pacientemente que aceptemos heredar.
María Hoyo Sequí

EL DIABLILLO
Estaba yo meditando sobre lo eterno de mi ser, pensaba que vago e incierto es todo aquello que dicen las religiones referente a el, y sin embargo, que fácil asumir esas medias verdades, frente a la escondida verdad, que tanto trabajo nos cuesta buscar en nuestro interior.
De pronto un pequeño diablillo se me acercó con agradable y seductor aspecto:
- ¿Vienes a tomar una copa conmigo? me dijo.
- Yo no bebo.
- Acompáñame pues a mi casa, que daré una fiesta.
- No me fío de ti.
- Esta bien ¿quieres que nos amemos? sé que a menudo hablas de amor, acepta pues amarme.
- Es cierto que de ello hablo muchas veces, pero no siempre consigo practicarlo. De cualquier modo no quieras confundirme, la palabra amor, puede significar entre las personas cosas muy diferentes.
- Yo no entiendo de eso, el amor no es asunto para diablos. Pero por favor, acompáñame a dar un paseo y hablemos. La verdad es que estoy terriblemente solo y despreciado de todos.
Dudé un rato entre mi deber y mi miedo, o el simple hacer lo que la vida me ofrecía en aquel momento. Había oído hablar tantas veces de las tentaciones... El parecía leer mi pensamiento.
- No me temas, dijo, solo el diablo que llevas dentro de ti puede tentarte y lo hace . Los hombres caéis a menudo en el grave error de creer, que lo bueno es vuestro, y lo malo os es ajeno. Me miráis con desprecio y superioridad, sin embargo, dentro de mi hay un Dios como lo hay en vosotros, y el diablo que vive en vuestro interior, trabaja cuanto quiere, mientras vosotros me señaláis a mí.
Pensé que tenía un poco de razón y que como ser, no tenía yo porqué despreciarlo ni juzgarlo, sino amarlo, como tantas veces predicaba.
- Tienes razón, le dije, vamos a dar un paseo. Lo cierto es que mi fe no es muy firme, por eso dudo de tantas cosas y por eso temo.
-¿De que dudas?.
- De mí, de Dios, de todo, hay momentos en que dudo de todo, al igual que en otros me siento tan plena y feliz que todo está bien.
- A mí también me gustaría sentir esas cosas, pero no puedo porque soy un diablo, aunque ya no somos como los de antes, pero así y todo, de vez en cuando tenemos que hacer algo feo, lo que nadie se atreve a hacer, hay estamos nosotros para eso. Para hacer el papel de malos.
-¿Sabes, diablillo? al verte me diste miedo, pero ahora te estoy tomando cariño.
- Es que solo se teme lo que no se conoce .
- Y tú que sabes tantas cosas ¿porqué eres un diablo?.
- Por eso mismo, porque se tantas cosas que sé que todo es igual, y que todas son necesarias e igualmente buenas, al margen de su apariencia. No podríamos jugar el juego de la vida sin la diversidad de sus formas. Y lo mejor del mal, es que solo le queda aspirar al bien.
- A mi me encantaría un juego o una vida en la que no existiera el mal.
- Date un tiempo, pues todo deseo es cumplido.
- Escucha diablillo ¿porque no te conviertes en bueno?
- Convertirse y de nuevo convertirse, sois dueños los hombres de la mas grande ignorancia pequeña, no hay nada que convertir, pues yo no soy sino lo que vosotros queréis que sea, lo que vosotros sois. Cuando nadie crea en mi, yo no seré un diablo, cuando nadie me moldee ni me de una imagen en su mente, con la que espiar sus culpas, yo no seré. Si tu no me creyeras, ni me crearas con tu mente yo no estaría aquí. Cuando en todos vosotros solo haya amor, yo seré amor.
No estoy aquí para hacer el mal, estoy porque el mal se hace, porque existe, tambien en vosotros, no soy yo quien se ha de convertir, sino vosotros transformaros, o más bien reconoceros, pero antes tenéis que tener el valor de miraros, de veros en todas vuestras formas.
Mientras decía esto, me empujó fuertemente lanzándome a un agujero oscuro y profundo. Me había distraído con lo que decía. Parecía todo verdad. Y de pronto me vi cayendo por un precipicio.
¡Ay la inconsciencia! me decía desde lo alto el diablillo. No solo sois inconscientes de vuestro ser real, sino que tampoco estáis atentos a lo superfluo, de esa inconsciencia nace vuestra ignorancia y de vuestra ignorancia todos vuestros males.
A veces los diablos también hacemos cosas buenas, aunque sea por error. Ahora, tendrás tiempo de fortalecer tu fe y meditar en tus posibles realidades, pues este vacío no tiene fin, irás cayendo, cayendo...
Le oía hablar cada vez mas lejos, lo último que escuché llegaba como si fuese dando golpes de piedra en piedra, como un eco que se grababa en mi corazón.
- Dioses, hombres o diablos ¿Que diferencia hay?.
- Deje de escucharle y percibí el extraño silencio de aquel vacío sin fin, en un caer y caer, y más caer, sin deseo, sin meta, sin llegar ni buscar a lugar alguno, a ser alguno. Con el tiempo largo y eterno de aquel vacío, perdí mi amado miedo, no había nada, no pasaba nada.
De esa extraña desesperanza, ausencia de todo o vacío, surgió un mensaje, como una chispita de luz radiante nacida de un corazón, seguramente del mío, al cual tenía ya olvidado en aquel eterno caer y caer. La diminuta chispita emitía destellos irradiando alegría tras su despertar y parecía decirme: “ Si Dios está en todo, si el es parte de todo, también es parte de mi, también está aquí”.
¿Que hace pues una parte de Dios, sumergida en este infierno?.
Aun estaba pensando esto, cuando sentí un impulso que me elevaba. Ascendí en un instante y sin tiempo ni conciencia de pasar de nuevo por el recorrido anterior, me encontré de pronto en un plano por encima de la tierra. Desde arriba, vi al diablillo junto al agujero por el que me tiró y le oí decir:
- Bonito lugar el que habitas ahora. Yo seguiré aquí, empujando a los hombres hasta los abismos que los elevan. No eres tú el único ser humano, que por el empujón de un diablo, se convierte en un Dios. ¿Quien sino fuese malvado te empujaría? ¿quien que fuese bueno te echaría a semejante dolor y vacío?. Y ¿Como sin llegar al fondo podrías haberte elevado? ¿Comprendes ahora porque todo es bueno y necesario?.
Pensé desde lo alto bajar y dar un gran abrazo al diablillo, el sabia muy bien de mis nuevos estados y pensamientos, estaba contento de que hubiese conocido yo el mundo que deseaba. Me miró con una sonrisa de ángel pícaro mientras desaparecía de mi vista .
María Hoyo Sequí
